Desde Saussure a Barthes y desde Peirce a Eco se pueden seguir dos tradiciones, la primera se guía por el
lenguaje como modelo, la segunda se interesa por el signo que tiene su propia historia que se remonta al semeion
(signo) de la filosofía griega. En estas lecciones, Paolo Fabbri consigue condensar de una manera fascinante todo
el panorama de la actual concepción estrictamente semiótica de los «signos» y define sus múltiples funciones en
nuestra comprensión de la realidad.
«A los hombres siempre les ha interesado el significado, pero sólo desde hace un siglo se reflexiona de un modo
específico y coherente sobre este tema. (...) La cuestión que quiero plantear es que (...) desde unos años se ha
producido un giro en el modo de estudiar los problemas de la significación. Este giro no es como se habría dicho
hace pocas décadas una « ruptura epistemológica» (...), este giro es como un nuevo pliegue en la semiótica, otro
modo de plegar la tela muy compleja formada por el modo estratificado que tenemos de significar.
Este giro semiótico, por supuesto, no se ha producido de golpe. Lo han propiciado muchas transformaciones
graduales, muchas reflexiones y muchos debates. (...) La generalización es una forma de responsabilidad, en el
sentido de que invita al otro a responder. Eso es, precisamente, lo que quiero hacer. Al generalizar, al decir que
hay un giro semiótico, quiero exponerme a la respuesta y a la observación (...) En una época en la que
predomina la problemática de las redes conceptuales y la multiplicidad (con la lucha implícita y necesaria contra
toda forma de jerarquía a priori), buscar la generalidad es para mí no tan sólo un deber intelectual, sino también,
en el fondo, un placer del espíritu. Placer que sin embargo no excluye una obligación de respuesta.
Según Nietzsche nunca es al principio cuando algo nuevo revela su esencia, pero lo que había desde el
comienzo sólo puede revelarse en un giro de su evolución. En otras palabras, al principio no sucede nada
especial. Pero lo que estaba en forma potencial sólo puede manifestarse en el momento de su giro, gracias a una
revolución que puede definirlo. He tomado, pues, de Nietzsche el término giro porque concibo el giro semiótico
justamente en ese sentido.»
(De la introducción de Paolo Fabbri)